Este domingo perdí un amuleto. Era un omamori: una bolsita de tela color naranja con brocado dorado. Contenía un cartoncito al medio para hacerla rígida, y estaba envuelta en plástico transparente para protegerla de la lluvia. Al borde, traía cosido un cordón que serviría para colgarla de la mochila o del espejo retrovisor del auto.
Aquel amuleto lo compré en el templo Muji, en Tokyo. Por la mañana, lo metí en mi bolsa de mano con la intención de obsequiarlo a una amiga que vería más tarde. Estuvo todo el día en la bolsa, lo vi varias veces de reojo. Me acompañó en mi paseo por Coyoacán, en la comida, la función de cine y el café. Justo cuando me encontré con mi amiga, abrí el bolso para darle el regalo. Busqué con la mano primero, después con la mirada. No estaba ahí.
Empecé a imaginar todos los lugares donde pude haberlo extraviado: al sacar mi celular de la bolsa para tomar una fotografía, cuando me agaché para tener un mejor ángulo, cuando saqué mi cartera para pagar el té de menta que me había tomado. Me lo imaginé tirado en la calle: un pedacito de papel cubierto de polvo, que no tardaría en terminar en la basura. Imaginé que quizá alguien lo habría recogido y lo tendría en la mano, preguntándose qué era aquello. Intenté consolarme pensando que quizá se había perdido con algún propósito superior: protegerme de algún mal, brindar la protección de los dioses del panteón sintoísta a alguien que en verdad lo necesitara.
Seguía turbada cuando mi amiga y yo nos dirigimos a la iglesia de San Sebastian. Aquel domingo había una feria para celebrar al patrón del pueblo de Xoco, una afirmación de identidad y arraigo de aquel pueblo, que lleva varias décadas defendiendo su territorio de las inmobiliarias. Yo pensaba con insistencia, de forma obsesiva, en aquel objeto. Recorrimos la pequeña feria y vimos fuegos artificiales. De fondo tocaba música de banda. La gente estaba animada, nos contagiaron su entusiasmo. Por un rato, creí que ya había superado aquella sensación. Bailamos, reímos, comimos esquites; pasó muy rápido la noche.
Pero en la madrugada me levantó una pesadilla. Lavaba en el fregadero un recipiente de cristal e intentaba quitarle una mancha. Lo tallaba con tanta insistencia que el vidrio se rompía en varios pedazos. Desperté con aprensión en el pecho, el corazón resaltando cada latido.
Intenté calmarme. Respiré profundo. A veces mis pensamientos no me conducen a los lugares que estoy buscando; a veces los dejo virar un poco, solo un poco, hacia la dirección equivocada, y me pierdo con facilidad. Busqué el camino de vuelta. Pensé que debía aceptar que sería imposible encontrarlo, que tengo otros amuletos, que la tarde que pasé con mi amiga fue un regalo en sí mismo. Pensé que yo estaba bien, que mi amiga estaba bien, que la gente que amo estaba bien. Que debía concentrarme en disfrutar el bienestar, que a veces dura tan poco.
Llevo varios meses en terapia para entender ciertos estados de ánimo que a veces permanecen más de lo normal, pero no es suficiente por sí misma. Así que intento estar atenta a lo que pasa en mi mente y cuerpo, a las sensaciones y sentimientos que arriban sin previo aviso. Por eso traté de entender qué podría significar aquella aprensión.
Pensé en cosas que he perdido: aretes, pulseras, anillos, dinero. Pensé que, con el tiempo, también he perdido cierta tranquilidad, confianza en el futuro. Pensé que todos llevamos pérdidas a cuestas, y a veces las más insignificantes nos recuerdan el dolor de las mayores: la muerte de personas queridas, el fin de una amistad, del enamoramiento; e incluso otras menos dramáticas pero igual dolorosas: el fin de la infancia o alguna creencia que nos sostenía.
Me vino a la mente Orlando Furioso, de Ludovico Ariosto. Un poema épico que leí por primera vez, en versión resumida, en una enciclopedia en casa de mi abuelo. Recuerdo que era una niña y abrí el libro en cualquier página, por curiosidad. Los interiores eran en blanco y negro. Había una lámina que ocupaba dos páginas, era una foto de la superficie lunar.
Leí el texto más próximo, donde se narraba cómo el caballero Astolfo viajó a la luna para recuperar la cordura del protagonista, porque ahí, en la luna, es donde se guarda todo aquello que se ha perdido en la tierra: lágrimas y suspiros de amantes, horas desperdiciadas, propósitos descabellados, deseos vanos, el juicio de quien enloquece de amor o avaricia.
Me gusta la idea de que aquello que perdemos está fuera de nuestra vista, pero ocupando el lugar preciso dentro del orden del mundo. Que ahí, en la superficie lunar, espera aquel omamori, para dar a quien le haga falta un día de buena fortuna. O para protegerle de todo mal.
➤ Agenda
⋄ Hoy jueves 25 de enero, saldrá al aire una entrevista que me hicieron para Antropofagia, el nuevo programa de Ekatherina Sicardo, donde hablo del tema de mi ensayo más reciente (¡y próximo libro!): «El dinero y la escritura». Los noctámbulos pueden escucharlo a las 23:00 hrs, en Radio Ibero, 90.9.
⋄ Estas últimas semanas he formado parte de la residencia Casa Snowapple, ubicada en el centro de Coyoacán. Este sábado 27 de enero, a las 13:00 hrs, tendremos nuestro evento de cierre, al que están cordialmente invitadxs. Quisimos hacer un evento distinto, que todxs pudiéramos disfrutar, así que planeamos una fiesta de escritura. Habrá estaciones con talleres exprés in situ, instalaciones con nuestros textos en versión impresa y en grabación de voz. La idea es, además de mostrar nuestro trabajo, propiciar la conversación entre escritorxs y asistentes. Los esperamos este sábado en Tres Cruces 83, Santa Catarina, Coyoacán.
Pueden saber más sobre las integrantes de la residencia y seguir a Casa Snowapple en su cuenta de Instagram.






⋄ Y hablando de residencias, Casa Wabi hará una exposición en San Idelfonso para celebrar sus 10 años, donde mostrarán el registro de varios de sus proyectos institucionales y del trabajo de los residentes. Ahí estarán expuestos algunos de los fanzines que hice durante mi estancia, es una recopilación de poesía y ejercicios de escritura que, por cierto, también pueden descargar gratis en este link.
Les dejo el flyer de la inauguración, que será el 1 de febrero a las 19:00 hrs., por si gustan acompañarnos.
➤ Concursos literarios
Van algunos links a concursos que he encontrado en internet, por si les son de utilidad.
De poesía
Lugar Común: Para un libro completo escrito en español. Otorgan premio económico y publicación de libro en edición bilingüe. Abierto para todo el mundo. Cierra el 23 de febrero.
Estancia literaria Octavio Paz 2024: Para poetas mayores de 35 años, mexicanxs, otorga estímulo económico y estudio en Cdmx. Cierra el 19 de febrero.
Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón: Para poetas de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá que participen con un libro completo. Otorgan premio económico y publicación.
Publicación
Punto de Partida: Para estudiantes de bachillerato, licenciatura y posgrado, mexicanxs. Participan crónica, cuento, ensayo, foto, gráfica, minificción, narrativa gráfica y poesía. Otorgan premio económico y publicación en la Revista Punto de Partida de la UNAM.
Muchas gracias por leerme. Seguimos al habla.
Me alegró tu texto. Pensaba en el evento que tendrás el sábado y que quedaré fuera por vivir lejos de CDMX, ojalá algún día integren alguna actividad en línea para nosotros seguidores lejanos (sólo físicamente). Abrazo y éxito.
Me hiciste pensar en qué es lo que perdemos cuando extraviamos algo, o como bien lo dices, a alguien.
He tenido la experiencia de no saber realmente qué representan en mi vida hasta que ya no están más.