Hola,
Llevo más de un mes dando vuelta a todo lo que quiero contarte. Además, estas dos últimas semanas ocurrieron demasiadas cosas y ando con los sentimientos a flor de piel. Hoy me decidí a escribirte porque me siento más tranquila, con la mente más clara. Además, ya pasaron la FIL y La Otra Feria, y eso marca, dentro del gremio, el fin de un ciclo y un breve descanso antes de que inicie el siguiente. Aprovecho la calma para ponernos al corriente.
No recuerdo si te conté que pasé todo el mes de octubre en Buenos Aires. Llevaba ¡trece! años sin visitar la ciudad, que ocupa un lugar primordial en mi corazón. Es uno de los lugares donde he construido una sólida red de afectos. Los otros son Lima y, por supuesto, Ciudad de México y Tlaxcala.
Sobre Buenos Aires podría escribir páginas y páginas. Quizá no me he atrevido porque tengo precaución con aquello que me entusiasma demasiado. Es difícil tomar distancia al contar algo que se ama tan apasionadamente. Por eso, hoy quiero centrarme en un tema en particular respecto a la ciudad, que ya había intuido la primera vez que la visité, pero solo pude mirar con claridad ahora que me dedico de lleno a escribir, editar y participar en actividades de difusión de la lectura.
Se trata de la autogestión. Desde mi punto de vista, acostumbrado a que la mayoría de las actividades culturales inicien y terminen en instituciones de gobierno, me llama mucho la atención la forma en que en Buenos Aires, y también en otras ciudades argentinas que conozco (La Plata, Rosario, Quilmes, Córdoba, Mendoza), la gente que se dedica al arte tiende a buscar por su cuenta los medios para que los productos (libros por ejemplo) y actividades culturales (obras de teatro, talleres, ferias y festivales) existan. También es notable cómo, en consonancia con este ánimo, existe un público receptivo, que gusta del arte en sus distintas manifestaciones. Durante mi estancia, me enteré de varias inauguraciones de exposiciones, asisití a lecturas y presentaciones de libros. Al mirar la cartelera, notaba que todos los días había algún espectáculo musical u obra de teatro a la cual asistir.
Platiqué con amigos argentinos sobre esta idea. La respuesta recurrente a mis observaciones era, palabras más, palabras menos: «claro, es que acá el gobierno no nos apoya para nada, tenemos que hacerlo todo nosotres». Otras respuestas a modo de explicación fueron las siguientes: algunos de los migrantes que llegaron a habitar esa parte del continente eran anarquistas y dentro del anarquismo la enseñanza y difusión de la cultura es primordial; la certeza de estar alejados de los países hegemónicos incita en los artistas un hambre voraz por el conocimiento del mundo y la construcción de uno propio; el trauma de la dictadura, la prohibición y represión del libre pensamiento hace que la sociedad valore las expresiones y producciones artísticas; las constantes crisis económicas han llevado a imaginar otras formas de que la cultura y el arte perduren con o sin apoyo gubernamental o privado.
A estas alturas debe resultar obvio que mi obsesión por Argentina es en realidad mi obsesión por el lugar donde nací; así como las obsesiones que tenemos con otras personas suelen implicar temas con nosotros mismos. Al observar todo esto, no dejaba de preguntarme, ¿por qué en México no ocurre de esta forma? ¿por qué en un país tan grande, con tantos recursos y apoyos, los creadores nos sentimos desprotegidos y además ignorados? ¿a dónde se fueron nuestros impulsos por crear comunidad? ¿qué ha ocurrido y dejado de ocurrir para encontrarnos en este estado de las cosas?
Desde que volví, traigo el tema en la mente. Hice algunos borradores en este blog. Pero entonces, llegó el 4 de diciembre y todo cambió de golpe.
Ese día, por la mañana, me enteré de que un amigo muy querido, poeta, artista audiovisual, gestor cultural, pero sobre todo una de las personas más entrañables que he conocido acababa de fallecer.
Se trata de Horacio Warpola. Tenía 42 años.
Estos días, muchos han contado de anécdotas que compartieron con él. Fueran personas más o menos cercanas, todas recordaban su generosidad, amabilidad y la escucha atenta que brindaba al mundo. Yo lo conocí gracias a Broken English, el colectivo de arte digital donde está mi novio. Alguna vez me hospedé en su casa. Platicamos por las calles de Querétaro mientras me acompañaba a algún evento en la Casa de la Contracultura, de la que formaba parte.
Cuando me enteré, estaba sola en casa. Pude visitar a algunas amistades, pero la mayoría, y además mi novio, se encontraba en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Por otro lado, Horacio vivía en Querétaro y la ceremonia funeraria se celebró allá. No tenía a nadie cerca para socializar la pérdida.
Para acompañarme, entré a tuiter y miré el registro de sus días en esa plataforma. Constanté lo prolífico y variado de su obra. Me topé con una serie de tuits sobre autogestión que resonaron con las reflexiones que traía desde el viaje a Argentina y con varias preguntas que han surgido últimamente sobre mi práctica editorial y mi práctica creativa.
Si llevas tiempo leyéndome o escuchándome, o si has compartido una plática de más de diez minutos conmigo, habrás escuchado sobre mi recelo hacia las redes sociales. Al respecto, mis ideas son comunes, seguro las has oido también en boca de otra persona: estamos obsequiando nuestros datos a grandes corporaciones, lo virtual es una ilusión ante lo real y tangible, las redes dejan un registro preciso y desagradable de lo peor de nosotros: la fascinación por el conflicto, la obsesión por el prestigio, la melancolía de no pertenecer.
Es verdad que para mí eso ha sido internet por mucho tiempo. De hecho, la intención inicial de este newsletter era tener un espacio para dialogar fuera de las redes; tender lazos fuera de Twitter, Instagram y Facebook. A partir del repaso de la obra de Horacio, me fui dando cuenta de los matices, recordé que internet es mucho más complejo que lo que miramos en la superficie. Como toda herramienta, se ha vuelto una extensión de sus creadores y, por lo tanto, de los complejos entramados sociales que conformamos y habitamos. Horacio Warpola, como otros usuarios (como Brkn English!), desde que tuvieron acceso a esta herramienta supieron usarla como un medio para expandir los límites del lenguaje escrito, experimentar en otros formatos y, sobre todo, obsequiar al mundo su trabajo creativo.
¿Obsequiar el trabajo? ¿No es en contra de eso que acabo de publicar un libro, Dinero y escritura? El tema es tan complejo que siempre hay algo más que decir. El acto creativo es en sí mismo un regalo: «Todo regalo verdadero es recíproco. Dios, de Quien recibimos el mundo, recibe de Sus criaturas el mundo», dice Borges en la dedicatoria a su madre en su Nueva antología personal. Crear, desde sus fundamentos, tiene que ver con compartir con otros aquello que nos sobresalta, nos estremece y emociona.
Pienso que en otras circunstancias (sociales, económicas) todo creador obsequiaría su trabajo. Pero vivimos en una sociedad donde hay que ganarse la vida, donde el tiempo es dinero y etc. Mi idea no es que debamos obtener una ganancia de todas y cada una de nuestras creaciones. Lo que intento decir (y llevo un libro y varios ensayos posteriores y aún estoy aprendiendo a enunciarlo) es que todo ser humano merece una vida digna. Y que hay un desfase, un desequilibrio entre la energía y tiempo que exige el acto creativo y las circunstancias en que vive quien se dedica a crear hoy en día.
Horacio era muy consciente de esto. A veces escribía al respecto en tuiter, así como anotaba cuanto le pasaba por la cabeza, el alma y el corazón. Con todo y todo, desde hace tiempo decidió compartir sus creaciones de forma libre y gratuita.
Su generosidad era desafiada constantemente por el mundo material, sí, pero sobre todo por el Estado. El tema da para un texto aparte, pero los que lo conocíamos sabemos que la mayor parte de su trabajo como gestor cultural lo hacía a pesar de las instituciones gubernamentales, que en vez de apoyar con difusión o brindándole un espacio, ponían obstáculos imposibles para que sus ideas se llevaran a cabo. Por eso nos pareció irónico que el día de su partida los mismos institutos culturales que le cerraron las puertas lamentaran públicamente de su fallecimiento.
De eso conversábamos algunos amigos, cuando uno de ellos nos recordó este poema de Horacio y lo leyó en voz alta:
gob.mx
Las expectativas que mi gobierno quiere que tenga son medias
Digo -mi gobierno- porque aunque no sea mío me pertenece en el
patriotismo y en los impuestos y en la rutina
No soy un drogadicto no tengo grandes deudas
Conozco el mundo y a los animales salvajes a través de la televisión y
no puedo dejar de sentirme mal porque mi realidad es la ficción de otro
Mi ficción no es la realidad de nadie
Estoy cansado de abrir y cerrar las canillas como si eso fuera vivir
Abrir y cerrar canillas
Hasta donde sé una flor no se queja de ser una flor
Un tornillo ama ser un tornillo
Estoy joven y a veces me siento como un viejo y a veces me siento
como un niño
Son los treinta -dicen-
No quiero quedarme a medias
A mi gobierno le conviene
que sea una trucha en un estanque de crianza
fácil de pescar fácil de devorar
Llega el momento en donde tomas el auto y lo estrellas
en cualquier barda
Las bolsas de aire te salvan la vida
-las bolsas de aire-
eso para mí es la poesía
Estrellarme cuando quiera
Una obra tan vasta que seguiremos conversando con ella por mucho tiempo, así como toda charla con Horacio se extendía desde la noche hasta el siguiente amanecer.
Han sido días difíciles para sus lectores, para sus amigues, que éramos tantos, pero sobre todo para los más cercanos. Desde acá los acompaño en el sentir y dejo estas reflexiones para seguir pensando con la compañía que nos él dejó en la palabra; una forma de estar juntos.
La amistad no es un enchufe donde llegas a conectarte cada que necesitas energía. La amistad tampoco es un aforismo preciosista sobre el apoyo incondicional. La amistad, mí amigo, es un pacto sutil, una linterna a mitad de la noche, una linterna que se apaga y se prende. He visto a mis amigos morir, irse lejos, los he visto guardar silencio y los he dejado ir. La amistad no es un truco del inconsciente. Es una fuerza natural, un código de honor. Y eso, mi amigo, el honor, está extinguiendose y luchando igual que el ultimo rinoceronte.
— Konstanz Elú (heterónimo de Horacio Warpola)
➤ Links y más links
Si quedaste con curiosidad por seguir leyendo a Horacio Warpola, te dejo algunos links donde puedes conocer más de su trabajo:
Libros de poesía en Poesía Mexa.
Carcass, un libro para Instagram Stories.
Tecnomineralia, en colaboración con Broken English.
➤ Música
Una playlist que hice para mi estancia en Argentina y quiero compartirte.
➤ Asesorías y talleres
Me queda mucho por contar, así que sin duda habrá otra entrega de este newsletter antes de que acabe el año. Por mientras, van algunas actividades a las que te puedes unir para apoyar mi escritura. También me ayudas mucho pasando la voz.
Asesorías personalizadas: Acabo de renovar mi página web y como parte de esta renovación armé una página donde explico el mecanismo de mis asesorías y cómo puedes hacer para trabajar conmigo en tu escritura, cara a cara.
¿Por dónde empiezo a escribir? Herramientas y reflexiones desde la práctica: Este taller lo realizaré en colaboración con Talleres de bolsillo durante enero y febrero. A lo largo de tres sesiones, hablaremos sobre la escritura como una práctica creativa y abordaremos desde los detonadores del proceso hasta las tensiones entre tradición e innovación. La idea es brindar herramientas para cualquiera que quiera comenzar a practicar la escritura.
Taller de lectura de Verónica Murguía: Mi primer taller autogestivo del año será a partir de la lectura de dos libros de Verónica Murguía. La idea es leer y comentar en grupo Auliya y El ángel de Nicolás. Durante cuatro sesiones, haré una breve exposición sobre el contexto historico en que se sitúan estas obras, y desglosaré las herramientas narrativas que puedes encontrar en las mismas, con la intención de ayudarte a identificarlas en tus siguientes lecturas, además de brindarte nuevas estrategias si te interesa escribir. La última sesión la dedicaremos a hacer ejercicios de escritura in situ a partir de lo aprendido.
✵Para este taller armé con mucho cariño un paquete que puedes ver en mi tienda en línea, que incluye los dos libros, accesorios, y el envío a cualquier lugar en México✵.
Con mucho cariño para Pierre, Canek, Bren, David, Emanuel y Pani, con quienes compartimos palabras y abrazos en estos días de desasosiego. Muchas gracias por leerme, acá seguimos resistiendo desde la ternura radical. Seguimos al habla <3
me causa gracia porque creci y vivo en Argentina y cuando vi el titulo "no es malo autopublicarse" pensé "y claro, como hariamos si no?" gracias por escribir y que crezca la autopublicacion y la publicacion colectiva!
Que interesante lo que decís. Es muy lindo leer cómo se ve la ciudad que uno habita desde otro punto de vista.