Acabo de terminar de leer el mes pasado Dinero y Escritura. Lo pedí por Amazon. Es mi libro. Me quedé muy impresionado cuando nos mostraste en el Curso Teórico de Novela en Tejiendo Historias con la anfitriona Sonia Higuera, a quien admiro mucho, lo que yo llamé la cimbra. En mi par de mamotretos físicos y hermosos de Maria Moliner, supe que la palabra, etimológicamente, proviene del latin vulgar cinturare, de cintura, acto de ceñir?, así, con ese signo al final, antes de cerrar el paréntesis y comenzar con las acepciones. Fuera de ello que estuvo maravilloso y enriquecedor, te cuento que supe de ti por un concurso en Casa Wabi, donde yo laboraba, en ese entonces como mesero de medio día a media noche o madrugada. A veces consistían mis tardes en ser acompañante de algún cliente que quisiera conversar, era parte de nuestro trabajo, también ayudar al Chef acarreando sus asadores u hornillas y utensilios hacia la parte que se encuentra después de la alberca transversal con pérgola y barra de bebidas que yo mismo llenaba de insumos para los acaudalados clientes que por llevarles un vaso de agua te daban hasta trescientos pesos. No se si una anécdota de un mesero (mil usos, en realidad) que quiere escribir sea recibida con agrado. Lo cierto es que las charolas eran pesadísimas, la vajilla de grueso barro cocido y casi humeando de caliente se me desequilibraba. Entiendo que yo estaba desnutrido y no tenía experiencia en la mesereada fina. Pero lo trágico era el servicio nocturno en la arena al rededor de la alberca pues no había estabilidad ni tracción. En una boda de lujo, me enviaron a llevarle champagne a las damas de compañía de la novia, ya un poco ebrias y en modo dicharacheras. Me iba jugando el trabajo, sin saberlo. Todo iba bien hasta que le tuve que servir su copa a una de las damas sentada en un taburete. Todas las demás bailaban y jugueteaban, sonreían, gritaban, me arrebataban las copas de la mano elkas mismas, pero ésta última estaba casi sentada en la arena. Señorita, le dije, aquí tiene, y no supe ni como la otra copa en la charola deladeada le cayó con todo y el líquido encima del vestido entre dorado y plateado de expandex. El champagne quedó en la hamaquita que se le hacía con el vestido entre las piernas. Me derrumbé. Me imaginé lo peor y hasta lloré de antemano internamente, pero en eso estaba, todo en un solo instante, cuando la dama, triunfante alzó la cabeza y me miró como retandome con ira, y luego sonrió, no te preocupes, no ha ocurrido nada, y en la hamaquita de su vestido seguía la champagne formando una lagunita. Volteó a mirar a una compañera de al lado que impactada observaba el suceso y le dijo, es impermeable, entonces estiró el vestido y aventó todo el líquido al aire transformado en gotas largas de sabor delicioso que fueron a parar a la arena. Me acordé inmediatamente de los pantalones Dockers, que no sé mojan. Tráeme otra copa, por favor, me pidió muy amable, ah, dijo, y pídete un tequila doble para el susto, estoy segura que no te volverá a ocurrir, ¡verdad!. Eso y otras cosas ocurrían en las noches mientras ustedes estaban inmersas en el concurso al que no tenía yo aún nada escrito digno de leerse que llevar, todo en mi cabeza con sueño eran ideas nebulosas guerreando entre ellas. Te envío un gran saludo y un abrazo fraterno, Olivia Teroba.
Hola, Olivia. No sabes cuan identificado me sentí leyéndote. ¿Sabes? Hace tiempo que las redes sociales se han vuelto centrales en mi vida, porque son mi trabajo. Termino los días agobiado por ellas y prefiero mantenerme a su margen, a nivel personal. También hace tiempo que he pensado o deseado reconectar con la escritura para una comunicación menos literaria, menos formal y más libre, como en el boom de los blogs. Pero siempre surgía una duda: ¿vale la pena, en época de reels y tik toks? Leerte ha sido muy inspirador para mí, y creo que será interesante estar al día por estos lares.
¡Hola, Bixos! Yo creo que siempre vale la pena escribir, porque siempre hay alguien dispuesto a leer. Es lo bonito de la escritura, es como una botella que se arroja al mar y puede llegar a los lugares más insospechados. Y si al final se pierde por completo, no deja de tener algo de poético que nuestras palabras se queden guardadas junto a los seres marinos.
Acabo de terminar de leer el mes pasado Dinero y Escritura. Lo pedí por Amazon. Es mi libro. Me quedé muy impresionado cuando nos mostraste en el Curso Teórico de Novela en Tejiendo Historias con la anfitriona Sonia Higuera, a quien admiro mucho, lo que yo llamé la cimbra. En mi par de mamotretos físicos y hermosos de Maria Moliner, supe que la palabra, etimológicamente, proviene del latin vulgar cinturare, de cintura, acto de ceñir?, así, con ese signo al final, antes de cerrar el paréntesis y comenzar con las acepciones. Fuera de ello que estuvo maravilloso y enriquecedor, te cuento que supe de ti por un concurso en Casa Wabi, donde yo laboraba, en ese entonces como mesero de medio día a media noche o madrugada. A veces consistían mis tardes en ser acompañante de algún cliente que quisiera conversar, era parte de nuestro trabajo, también ayudar al Chef acarreando sus asadores u hornillas y utensilios hacia la parte que se encuentra después de la alberca transversal con pérgola y barra de bebidas que yo mismo llenaba de insumos para los acaudalados clientes que por llevarles un vaso de agua te daban hasta trescientos pesos. No se si una anécdota de un mesero (mil usos, en realidad) que quiere escribir sea recibida con agrado. Lo cierto es que las charolas eran pesadísimas, la vajilla de grueso barro cocido y casi humeando de caliente se me desequilibraba. Entiendo que yo estaba desnutrido y no tenía experiencia en la mesereada fina. Pero lo trágico era el servicio nocturno en la arena al rededor de la alberca pues no había estabilidad ni tracción. En una boda de lujo, me enviaron a llevarle champagne a las damas de compañía de la novia, ya un poco ebrias y en modo dicharacheras. Me iba jugando el trabajo, sin saberlo. Todo iba bien hasta que le tuve que servir su copa a una de las damas sentada en un taburete. Todas las demás bailaban y jugueteaban, sonreían, gritaban, me arrebataban las copas de la mano elkas mismas, pero ésta última estaba casi sentada en la arena. Señorita, le dije, aquí tiene, y no supe ni como la otra copa en la charola deladeada le cayó con todo y el líquido encima del vestido entre dorado y plateado de expandex. El champagne quedó en la hamaquita que se le hacía con el vestido entre las piernas. Me derrumbé. Me imaginé lo peor y hasta lloré de antemano internamente, pero en eso estaba, todo en un solo instante, cuando la dama, triunfante alzó la cabeza y me miró como retandome con ira, y luego sonrió, no te preocupes, no ha ocurrido nada, y en la hamaquita de su vestido seguía la champagne formando una lagunita. Volteó a mirar a una compañera de al lado que impactada observaba el suceso y le dijo, es impermeable, entonces estiró el vestido y aventó todo el líquido al aire transformado en gotas largas de sabor delicioso que fueron a parar a la arena. Me acordé inmediatamente de los pantalones Dockers, que no sé mojan. Tráeme otra copa, por favor, me pidió muy amable, ah, dijo, y pídete un tequila doble para el susto, estoy segura que no te volverá a ocurrir, ¡verdad!. Eso y otras cosas ocurrían en las noches mientras ustedes estaban inmersas en el concurso al que no tenía yo aún nada escrito digno de leerse que llevar, todo en mi cabeza con sueño eran ideas nebulosas guerreando entre ellas. Te envío un gran saludo y un abrazo fraterno, Olivia Teroba.
Hola, Olivia. No sabes cuan identificado me sentí leyéndote. ¿Sabes? Hace tiempo que las redes sociales se han vuelto centrales en mi vida, porque son mi trabajo. Termino los días agobiado por ellas y prefiero mantenerme a su margen, a nivel personal. También hace tiempo que he pensado o deseado reconectar con la escritura para una comunicación menos literaria, menos formal y más libre, como en el boom de los blogs. Pero siempre surgía una duda: ¿vale la pena, en época de reels y tik toks? Leerte ha sido muy inspirador para mí, y creo que será interesante estar al día por estos lares.
¡Hola, Bixos! Yo creo que siempre vale la pena escribir, porque siempre hay alguien dispuesto a leer. Es lo bonito de la escritura, es como una botella que se arroja al mar y puede llegar a los lugares más insospechados. Y si al final se pierde por completo, no deja de tener algo de poético que nuestras palabras se queden guardadas junto a los seres marinos.
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